Rusia no solo quiere destruir a Ucrania en el frente, también lo intenta infiltrándose en las calles de sus ciudades lejos de los combates. El Ministerio del Interior ucranio reporta casi semanalmente sobre algún caso de ciudadanos ucranios contratados por los Servicios de Seguridad rusos (FSB) para realizar atentados en la retaguardia. El Kremlin quiere, sobre todo, pescar en aguas revueltas, en la oposición silenciosa que miles de hombres en edad de movilización llevan a cabo para evitar incorporarse a filas. Las oficinas de reclutamiento son el principal objetivo de acciones de sabotaje rusas para alimentar el malestar contra el ejército.
Todo empezó a principios del pasado febrero, cuando en menos de una semana se produjeron cinco ataques contra oficinas de reclutamiento (TCK) y contra su personal militar. El Servicio de Seguridad de Ucrania (SSU) no ha dejado desde entonces de comunicar detenciones de personas que supuestamente habían llevado a cabo atentados o se preparaban para actuar. El último caso se dio a conocer tras la detención el 19 de mayo de un joven de 17 años al que se le confiscó, según el SSU, material explosivo y sistemas caseros para fabricarlos. El arrestado tenía previsto colocar una bomba en una oficina de la TCK de Kiev.
El joven ya había sido detenido en el pasado por incendiar vehículos militares y se encontraba bajo arresto domiciliario. Su manera de operar, según las autoridades ucranias, era el siguiente: fue reclutado por el FSB vía aplicaciones de mensajería. A partir de una de estas aplicaciones recibía las órdenes de los agentes rusos. El último mensaje le informaba del lugar donde encontraría un explosivo que otro colaborador le había dejado preparado. El SSU asegura que lo apresaron en el momento de recoger este material.
Múltiples casos similares se han conocido desde febrero, y la mayoría coincide en que los acusados son jóvenes que sufren una situación económica y social marginal. El pasado abril, el SSU arrestó a una mujer de 22 años que supuestamente recibió el encargo del FSB de transportar un explosivo en la ciudad de Dnipró. La sospechosa, según la policía ucrania, era una politoxicómana de Bajmut (ciudad arrasada y ocupada por Rusia en 2023) que vivía refugiada en Dnipró.
El SSU aseguraba en su atestado que la mujer fue contactada por el FSB en un canal de Telegram de búsqueda de empleo. La remuneración la recibió en criptomonedas. El parte policial aventuraba que la intención de los agentes rusos era hacer explotar remotamente la bomba cuando la mujer la transportara por una calle céntrica de Dnipró. En febrero falleció un ciudadano de 21 años desempleado cuando fue detonada a distancia la bomba que introdujo en una oficina de la TCK en la ciudad de Rivne.
Malestar social
Moscú busca incendiar una situación social ya de por sí compleja para el Gobierno ucranio. Decenas de miles de hombres en Ucrania evitan el reclutamiento obligatorio. Pocos son ya los que quieren voluntariamente incorporarse a filas. La mayoría evitan desplazamientos alejados de sus domicilios, para esquivar a las patrullas de reclutamiento, o pagan sobornos que alcanzan los 5.000 euros para librarse de ser alistados. El malestar de los ucranios que no quieren combatir va en aumento porque la guerra no tiene visos de terminar en el corto plazo.
Las situaciones de tensión con la TCK se producen a diario. Un comunicado del Ejército de Tierra del 27 de mayo admitía que los casos de “obstrucción” del trabajo de las oficinas de reclutamiento “han aumentado significativamente, incluso con ciudadanos que los alientan”.
El 27 de mayo fueron detenidos tres hombres y una mujer que agredieron a los miembros de una patrulla de movilización en la ciudad de Cherkasi. El vídeo de la trifulca, como muchos otros similares, se hizo viral en las redes sociales. Un militar de la TCK sufrió heridas de gravedad el 29 de mayo en Járkov cuando estalló una bomba en su vehículo. La policía no apunta de momento a la autoría rusa. Oleksandr Sirkis, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranias, ordenó el 30 de mayo una investigación para buscar a los líderes de un centenar de vecinos de la ciudad de Kamianets-Podilskise que se organizaron para agredir a un equipo militar que trabajaba con una patrulla de la TCK.
Los colaboradores del invasor no se limitan únicamente a organizar presuntos sabotajes o atentados. La mayoría de las detenciones son de personas que, a cambio de dinero, facilitan información al enemigo sobre las Fuerzas Armadas Ucranias. Solo en la última semana de mayo fueron arrestadas siete personas.
El SSU aseguró el 28 de mayo haber desarticulado una red de cuatro colaboradores en la ciudad de Kostiantinivka que pasaban las coordenadas de unidades ucranias al invasor. Este municipio, en la provincia de Donetsk, intenta ser rodeado por las fuerzas rusas. Los cuatro hombres actuaban por separado, pero facilitaban la información al mismo agente ruso, con la localización de equipos militares ucranios.
El 30 de mayo fue detenido un taxista de 38 años mientras filmaba unas instalaciones militares en Dnipró. Ese mismo día, en el oeste del país, en Jmelnitksi, un ciudadano ucranio de 53 años, fue arrestado por supuestamente pasar detalles de aeródromos militares. En el parte del SSU, este hombre, a diferencia de los anteriores, había sido contactado especialmente por el FSB por ser prorruso. La colaboración con el enemigo se castiga en Ucrania con penas que llegan a la cadena perpetua.
Colaboradores en Europa
Kiev cree que Rusia está aplicando ya el mismo sistema de contratación de colaboradores ucranios en otros países de Europa. Así lo asegura un comunicado del 2 de junio del servicio de inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio (GUR).
“Los Servicios especiales rusos han intensificado sus intentos de reclutar a ciudadanos ucranios para llevar a cabo actividades ilegales en el territorio de la Unión Europea”, dice el GUR. Según las autoridades ucranias, las personas contactadas por los agentes rusos son refugiados en condiciones de subsistencia difíciles, sobre todo personas procedentes de las regiones del Este de Ucrania ocupadas por las fuerzas rusas. Los colaboradores ucranios en Europa monitorizan infraestructuras estratégicas y llevan a cabo otras acciones de espionaje, afirma el GUR, sin precisar más.
