La segunda ronda de las elecciones presidenciales polacas, celebrada este domingo, se ha saldado con la victoria del ultraderechista Karol Nawrocki, el candidato del partido Ley y Justicia (PiS), frente a Rafal Trzaskowski, alcalde de Varsovia y líder del bloque europeísta. Pese a lo ajustado del resultado ―apenas 400.000 votos en un país de 38 millones de habitantes―, la victoria de Nawrocki supone un durísimo golpe para el Gobierno liderado por Donald Tusk y para el conjunto de la Unión Europea.
La victoria de Nawrocki es el último episodio de la larga crisis constitucional que atraviesa Polonia desde que, en 2015, el PiS se embarcara en una cruzada contra las instituciones democráticas del país. Durante ocho años, jueces, funcionarios, fiscales y la televisión pública fueron sometidos al control del gobierno, desatando un choque frontal con las instituciones europeas y haciendo peligrar la propia supervivencia del sistema jurídico de la UE. Cuando, en 2023, la coalición liderada por Tusk accedió al gobierno, lo hizo con la promesa de que Polonia devolvería la normalidad institucional al país, restauraría la independencia judicial y volvería a acercarse a Europa.
Sin embargo, pese a su victoria electoral, el Gobierno de Tusk ha sido incapaz de llevar a cabo las reformas que prometió. La Constitución polaca otorga al presidente de la República dos poderes fundamentales: vetar leyes y elevarlas al Tribunal Constitucional. En los últimos dos años, el presidente Andrzej Duda, perteneciente al PiS, ha usado ambos poderes para paralizar la acción legislativa del Gobierno. La victoria de Nawrocki, que ya ha anunciado que vetará cualquier intento de revertir las reformas judiciales, supone un revés existencial para el proceso de redemocratización del país.
Las elecciones presidenciales abocan a Polonia a un periodo de profunda inestabilidad política, pero también tendrán consecuencias para la UE. En primer lugar, dejan muy tocado a un Gobierno, al que apenas restan dos años de legislatura. Esta debilidad podría limitar la agenda europea de Polonia, uno de los países más importantes del bloque y el que más firmemente ha apoyado a Ucrania desde 2022. En segundo lugar, suponen un triunfo para los gobiernos de Hungría y Eslovaquia, que sumarán un importante aliado en su lucha contra las instituciones europeas, y para Donald Trump, cuya Administración apoyó la campaña de Nawrocki.
Por último, obligarán a la UE a replantearse su estrategia hacia aquellos socios que incumplen las normas comunitarias. Tras la victoria de Tusk, Bruselas otorgó a Varsovia un voto de confianza, levantando el procedimiento sancionador contra Polonia y desembolsando los miles de millones de euros que había amenazado con retener. El triunfo de Nawrocki devuelve a Polonia a la casilla de salida y reabrirá el debate sobre qué instrumentos jurídicos, económicos y políticos usar para devolver la normalidad institucional al país. En juego está la propia supervivencia de la Unión, cuyo sistema jurídico depende de que sus reglas se apliquen en igualdad de condiciones, y por tribunales plenamente independientes, en sus 27 Estados miembros.