Las elecciones presidenciales polacas del pasado 1 de junio han sido una llamada de atención para el Gobierno de coalición encabezado por el conservador Donald Tusk. Un año y medio después de la toma de posesión del Ejecutivo liberal que venía a transformar Polonia tras ocho años de mandatos ultraconservadores, los avances han sido insuficientes. La caída en la popularidad de los liberales quedó de manifiesto en esas presidenciales, cuando el nacionalista Karol Nawrocki, candidato apoyado por Ley y Justicia (PiS), ganó por la mínima. Tusk convocó entonces una moción de confianza para buscar el impulso político que necesitan él y su equipo. Este miércoles se debate y se vota en el Sejm, la Cámara baja del Parlamento polaco.
“Pido un voto de confianza porque estoy convencido, y tengo fe y seguridad en que tenemos el mandato para gobernar y asumir la responsabilidad de lo que está ocurriendo en Polonia”, ha dicho Tusk al arrancar su intervención. El primer ministro ha reivindicado el resultado de su candidato, Rafal Trzaskowski, y ha instado a su equipo a asumir su responsabilidad para trabajar a fondo en los dos años y medio que quedan de legislatura. “Basta de lloriqueos”, ha dicho.
En su discurso, el dirigente ha presumido de lo que considera éxitos de su Gobierno, frente a la opinión mayoritaria de que su actividad es lenta e insuficiente. Según Tusk, han aumentado un 67% el gasto en defensa, han reducido en un 50% la concesión de visados a inmigrantes procedentes de África y Asia, han reforzado la valla fronteriza con Bielorrusia y ha “devuelto al país a la primera liga”. El primer ministro ha dado también cifras económicas que apuntan a la consolidación y crecimiento de la competitividad del país.
Tusk llegó al poder con 100 promesas para los 100 primeros días, de las que apenas ha cumplido una veintena. “Soy consciente de que muchos asuntos no se han cumplido”, ha reconocido. El Ejecutivo ha empeñado, sin embargo, buena parte de su energía en tratar de saldar cuentas con PiS, en lugar de invertirlas en reconciliar un país profundamente fragmentado.
El primer ministro ha rechazado que esa búsqueda de poner a los anteriores dirigentes frente a la justicia haya sido una cuestión de “venganza” o “represalias”, y la ha defendido “como un enfoque serio del Estado polaco para resolver todos los abusos” que continuará pese al resultado electoral. Como ha repasado, se han presentado cargos contra el ex primer ministro Mateusz Morawiecki y siete ministros de la época del PiS, además de contra otros cargos inferiores. “No me convencerán de que se trata de una caza de brujas”, ha afirmado.
“Todos los que estén dispuestos a avanzar conmigo, con el Gobierno, al margen de emociones momentáneas, y a construir una Polonia mejor, deben votar hoy a favor del voto de confianza”, ha pedido Tusk. “Estoy dispuesto a continuar la labor de este Gobierno”, ha asegurado.
La coalición liberal cuenta con 242 escaños de los 460 del Sejm. Si Tusk pierde la diferencia de 12 diputados frente a la bancada ultraconservadora y de extrema derecha de la oposición, podría seguir gobernando en minoría, pero su posición quedaría muy comprometida. Los analistas no prevén por ahora un adelanto de las elecciones legislativas, previstas para 2027. Se necesitaría una supermayoría de 307 diputados para disolver el Parlamento y convocar los comicios. La capacidad de sacar adelante el presupuesto y las reformas prometidas para restaurar el Estado de derecho y avanzar en una agenda social más progresista quedarían, sin embargo, aún más mermadas.
Tusk pone a prueba con el voto de confianza el apoyo de sus socios de Gobierno, una amalgama de partidos liberales que comprende a su partido de centroderecha, Coalición Cívica (157 diputados), los minoritarios y más progresistas de Nueva Izquierda (Nowa Lewica), con 21 escaños, y la coalición de centro-derecha Tercera Vía. Esta unión formada por 32 diputados del centrista Polska 2050 y 32 del partido conservador agrario PSL es el elemento más problemático para el primer ministro en el Ejecutivo. Su candidato a las presidenciales, el presidente del Sejm, Szymon Holownia, obtuvo un 4,99% de votos en la primera vuelta, ligerísimamente por debajo del 5% del umbral necesario para tener representación parlamentaria si se celebrasen elecciones.
PSL, que en el pasado ha gobernado en coalición con PiS, está sondeando entre sus militantes si prefieren que el partido siga en el Ejecutivo liberal o si debería formar una alianza con los ultraconservadores de Jaroslaw Kaczynski y la extrema derecha de Confederación (Konfederacja).
La victoria del ultranacionalista Nawrocki, que tomará posesión cuando termine el mandato de Andrzej Duda, deja maniatado al Ejecutivo y mina el liderazgo en el que estaba trabajando Tusk en la UE. El presidente tiene capacidad de veto legislativo, lo cual deja en suspenso la posibilidad de aprobar las leyes que Polonia prometió a la UE, y que le sirvieron para desbloquear los 137.000 millones de euros que Bruselas le retenía por los envites de PiS al Estado de derecho.
Tras el varapalo electoral, el Gobierno se ha activado. Tusk anunciará en julio una restructuración del Consejo de Ministros, con menos ministerios y caras nuevas. En los próximos días tiene previsto nombrar también un portavoz, una figura a la que se ha resistido hasta ahora.